TEMPLANZA:  (Mesura, Formalidad, Cuidado, Empuje) 

Valor que nos permite disfrutar de los bienes con libertad, sin permitir que nos dominen ni esclavicen por agradables, gratos o placenteros que parezcan. La templanza consiste en una armonía interior apta para elegir bien lo necesario y conveniente.  La templanza es el escudo que nos protege de la ambición desmedida, de la avaricia, la codicia, la gula, la ira, la envidia, la lujuria, el excesivo lujo, vicios y apegos desordenados que llevan siempre a la tristeza, a la incapacidad para tener otros valores más favorables. La templanza es esa protección y amparo que nos permite mantener el equilibrio necesario para ayudarnos a alcanzar nuestro bienestar integral y poder entonces ayudar a los demás a ser felices. A los bienes de la razón y de la convivencia no se les deben oponer bienes como la aprobación de la muchedumbre, el poder, la riqueza o los placeres. Todas estas cosas terminan por dominarnos y desviarnos. Otra vez te lo digo: elige lo mejor y consérvalo. Todo hombre y mujer se reconocen frágiles ante los elementos, les resulta imprescindible poseer bienes con los que resolver la existencia. es necesario un mínimo de bienestar para practicar este valor. También es natural que, como seres vivos, sensibles e inteligentes, deseemos lo agradable, busquemos lo grato y placentero. Si los placeres, los vicios, la avaricia de dinero acaparan la vida de las personas, estas pierden de vista el fin para el que han nacido, que es amar, Si son arrastradas por ellas, las personas renuncian a su grandeza y a su dignidad; se empequeñecen atraídas por unas metas que, una vez alcanzadas, no proporcionan la felicidad que se buscaba, se quedan presos de las cosas y de los placeres. Así, el hombre se encuentra ciego ante el horizonte y no camina, no crece, no alcanza a visualizar su real horizonte de paz y felicidad. A veces, algunas actividades, costumbres, aficiones que son en sí buenas se convierten en indispensables y les dedicamos excesiva atención y tiempo; de alguna forma, nos atan o nos impiden dedicarnos a deberes importantes. La templanza es esa protección y amparo que nos permite mantener el equilibrio necesario para ayudarnos a alcanzar nuestro bienestar integral y poder entonces ayudar a los demás y ser felices. La codicia: El mal siempre comienza cuando aparece la codicia, el amor desmedido al dinero, cuando se desea tener siempre más, de un modo imparable para fines propios, para lujos, placeres y caprichos. El afán de poseer muchos graneros y darse a la buena vida pervierte el corazón del hombre, el cual lo llena ahora el dinero, los bienes materiales que se han convertido en males. Es una especie de epidemia que afecta a todos: a grandes y pequeños, a hombres y a mujeres, al que ya tiene y al que carece de todo. La codicia es una semilla que crece y lo invade todo. Echa fuertes raíces difíciles luego de arrancar. El amor a las riquezas se parece al agua salada; cuanto más se bebe, más sed da. El afán desmedido por poseer más nunca tiene fin, nunca se satisface y lleva a la infelicidad. Se intenta llenar con bienes materiales un vacío interior, y eso es imposible. Son abundantes las noticias sobre personas corruptas que evaden grandes capitales a paraísos fiscales, defraudan a la hacienda pública, invierten el dinero de los clientes en beneficio propio exclusivamente, participan en negocios delictivos. Siempre podemos ayudar a los demás para que comprendan cuáles son los verdaderos bienes y cuánta es la importancia de no idolatrar el dinero; recordarles que no bajan con el rico al sepulcro sus riquezas.

El buen uso de la riqueza: Esta visión clara sobre el sentido de la vida humana, de la vida de cada uno, abre la generosidad de muchas personas: cientos de proyectos sociales nacen y se desarrollan financiados gracias a esta solidaridad. Hospitales, colegios, centros de formación profesional, universidades, nuevas iglesias, centros de formación para religiosos, asociaciones sin ánimo de lucro, centros de acogida para personas con escasos recursos, comedores gratuitos: son innumerables las iniciativas en las que los ricos pueden ayudar. Quienes se dedican a la empresa, naturalmente han de buscar obtener ganancias económicas razonables, como justa retribución de sus esfuerzos y del servicio que prestan a la sociedad. Pero han de evitar la tentación de buscar el dinero, el poder o el éxito profesional por encima de todo. El dinero, como el poder o el prestigio, es solo un instrumento; no debe convertirse, en fin. Lo excesivo de los ricos, es lo necesario de los pobres. Se poseen cosas ajenas cuando se poseen cosas superfluas. Las grandes diferencias sociales y económicas que existen están reclamando la generosidad de los que más tienen. Solo así puede ir desapareciendo la injusticia. Cerrar los ojos ante la miseria que padecen tantas familias, ante el hambre de miles de niños, ante las carencias que sufren personas cercanas y lejanas, es una injusticia tan grande que no se puede medir.

Comer y beber razonablemente: Comemos para vivir, y no al revés. Sin embargo, la historia y el presente ofrecen espectáculos y acontecimientos que parecen desmentir esta afirmación tan natural. Porque se puede idolatrar la comida, se puede llegar al sibaritismo extremo y se puede comer y beber hasta la saciedad, sin decir basta, a pesar de los perjuicios sobre la salud. La gula rebaja al hombre: obnubilado por el comer pierde dignidad y grandeza. Es irracional consumir, por instinto, por avidez o placer, cantidades desproporcionadas. Esta ausencia de dominio degrada a las personas. No debemos magnificar la comida, como les ha ocurrido a algunas personas: comer no es un fin, sino un medio para estar sanos y fuertes. La valoración excesiva del comer indica pobreza de valores. Enaltecer la comida, como ocurre en no pocos ambientes, demuestra que un materialismo egoísta se ha apoderado de las personas y ya no se ve que existen valores y bienes mucho más nobles.

Un consejo lleno de sabiduría: almuerza poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en el taller del estómago. Sé templado en el beber, considerando que beber demasiado, no guarda secretos ni cumple palabras. Con el exceso en la bebida el hombre actúa contra sí mismo, no solo porque daña la salud, sino por los efectos de la embriaguez: embota los sentidos, impide la relación con los demás, provoca violencia, envilece y, si se convierte en vicio, impide trabajar y preocuparse por los demás. Al fin, la persona no puede pasar sin la bebida y esta dependencia le provoca un fuerte desprecio de sí mismo y de los demás. Una persona encuentra múltiples motivos para ser sobrio y razonable. Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Comer es más que alimentarse, que este hecho une a las personas, crea lazos de confianza y de amistad, agrupa fraternalmente a los hombres. Anda, come con alegría tu pan y bebe de buen grado tu vino. 

Comprar por capricho: Conténtate con lo que basta para pasar la vida sobria y templadamente. Un consejo para los humanos de todos los tiempos y válido muy especialmente para nuestra sociedad de consumo. Es fácil dejarse fascinar por multitud de productos que se anuncian; mercados y escaparates ofrecen y presentan como necesarios caprichos en los que muchos cifran su felicidad. Si los padres se dejan llevar de caprichos y compran lo que no necesitan, los hijos los imitarán hasta convertirse en adictos compradores de todo lo que les gusta, y poco a poco se harán incapaces de toda renuncia, del menor sacrificio. Serán niños que se quejan por todo y no valoran lo bueno; adolescentes blandengues que viven como reyes y se sienten también desgraciados. Es necesario vivir y enseñar a los hijos a prescindir de cosas superfluas, a no crearse necesidades, a disfrutar de lo que tienen: vale más compartir con ellos el tiempo de descanso, estar próximos y asequibles, jugar con los pequeños, escuchar y comprender a los mayores. Aprender a no enfadarse: La ira también se dirige contra la templanza, es una reacción incontrolada. Las personas que se enfadan con violencia perjudican y amargan a los de alrededor; a veces sus reacciones surgen por cuestiones banales. Las personas susceptibles y suspicaces tienden a enfadarse, aunque no existan motivos suficientes. Bastaría con que fuesen algo más razonables, más inteligentes, para comprender que ese comportamiento está fuera de lugar, desentona y resulta ridículo. La ira puede, también, permanecer soterrada: no aparece, pero interiormente se convierte en rencor. Así, existen personas que conservan durante mucho tiempo el recuerdo de la injuria recibida. En ocasiones, el afán de comodidad lleva a reaccionar mal ante un pequeño esfuerzo. Estas reacciones indican debilidad y, después de todo, se ve que la ira no sirve para nada y que mejor hubiera sido no enfadarse. Todo está en reflexionar, restar importancia a lo que molesta, dejar de pensar en lo que nos ha irritado e intentar olvidarlo pronto.

Valor ejemplar de la templanza: El ejercicio de la templanza, está en elegir entre los bienes los mejores. Personas que ejercen este valor son gentes que no están atadas a las riquezas, a los placeres, a la comodidad, a la fama. Quienes han puesto el corazón en el verdadero tesoro gozan de la alegría y la paz que las cosas de la tierra no pueden dar. Por eso, son personas espirituales, atrayentes, convincentes: sin alarde, sin llamar la atención sus actos indican que hay más felicidad en dar que en recibir, en vivir desprendidos que, afanados por atesorar, en superar la inclinación al placer que en ser esclavos de las tendencias más bajas. No conviene adaptarse a los niveles más bajos de la naturaleza humana, a pesar de que nuestro mundo haya vestido de glamur tantas actitudes que rebajan la dignidad de las personas. La templanza es valor muy visible, sus actos son evidentes a los demás, aun cuando no sean llamativos; la sobriedad es el espejo en el que se descubre una vida plena y libre: detrás de ella se ve a alguien que ha elegido no vivir como un ave de corral, sino volar como las águilas.

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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE.  Conozca sus fortalezas, T. Rath.  Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com

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