SERENIDAD: (Equilibrio, Tranquilidad, Paciencia, Apacibilidad)
Serenidad significa dominio de uno mismo, control de un estado interior que impulsa a la precipitación, a dar una respuesta rápida, más o menos impensada y a veces, violenta. Es demostrar de forma real y sincera, la manera de proceder en todas las acciones, sin que haya engaños, burlas o dobleces. Estado manifiesto cuando no hay turbación física, mental ni espiritual. Es preciso que el ánimo esté libre de toda perturbación, tanto de la ambición y el temor, como de la tristeza y de la alegría inmoderada y de la cólera, para gozar de la serena tranquilidad que trae consigo la constancia y el sentimiento de nuestra dignidad. Un ánimo sereno es necesario para afrontar las adversidades con paz, es garantía de acertar en la solución de un asunto difícil y de resolverlo con eficacia, justicia, inteligencia y fortaleza: La serenidad está estrechamente vinculada con la fortaleza y la paciencia, la confianza, la madurez y la mansedumbre, el realismo, la prudencia; este cúmulo de valores, permite responder serenamente, con calma y facilita la reflexión antes de actuar. Serenos, aunque solo fuese para poder actuar con inteligencia: quien conserva la calma está en condiciones de pensar, de estudiar los pros y los contras, de examinar juiciosamente los resultados de las acciones previstas. Y después, sosegadamente, intervenir con decisión. La precipitación y el nerviosismo impiden razonar bien. Y no pocas veces, se pronuncian palabras inadecuadas, se actúa de tal modo que los resultados son ineficaces o dañinos. Es muy fácil que desde ese estado se falte al respeto y a la caridad hacia los demás. Una respuesta serena ante lo que llega, ante una desgracia, ante lo inesperado, es fortaleza, una entereza que permite llevar la atención hacia lo que conviene hacer en esa situación. La serenidad es especialmente necesaria al jefe, al maestro, al militar, al sacerdote, a los padres, de un modo particular en el trato con el hijo más difícil. El nerviosismo surge en muchas personas ante las circunstancias cotidianas: mucho más trabajo del que cabe en un día, asuntos urgentes que surgen de improviso, una llamada del colegio para comunicar que un hijo se ha roto un brazo, una reunión que se prevé complicada, alguien que solicita ayuda cuando apenas se tiene tiempo para escuchar. Todas estas situaciones reclaman calma para resolverlas con acierto. Cuando se cae en el nerviosismo se sufre más y se resuelven mal los asuntos. Algunas personas han hecho de la precipitación su forma de actuar y de vivir: se las ve siempre con prisa y sus movimientos son rápidos y nerviosos, no están quietas; si tienen que aguardar un autobús les come la impaciencia; en la sala de espera de un médico o un notario se desesperan si hay un retraso; si les hablan, escuchan poco o nada; mantienen una especie de ansiedad por lo siguiente que han de hacer. Cuando van de viaje, si se equivocan de camino, organizan una tragedia. De esta forma, el presente se les va de las manos. Ventajas de la serenidad: Una persona reflexiva y serena ofrece seguridad a los demás: quienes le conocen saben que se puede contar con ella para solicitar un consejo, resolver un problema, encontrar una solución o, al menos, un poco de luz. El entramado que existe entre los valores permite reconocer que serenidad es también fortaleza, paciencia, valentía, confianza, esperanza. Y en su ejercicio aparecen estos otros valores: amabilidad, benevolencia, diálogo y flexibilidad, justicia, mansedumbre, prudencia, respeto. Porque, ¿acaso se pueden mantener estas actitudes, tan necesarias en las relaciones humanas, sin esta paz y esta serenidad interior? La dificultad no debe apartarnos de este valor, que templa el ánimo y lo fortalece. Existe una debilidad de fondo en la falta de serenidad. Puede ser índice de que la persona no haya alcanzado la hondura suficiente y no se conozca bien, no haya descubierto que posee mayores recursos de los que percibe. Conviene reconocer esta realidad íntima, aceptarla, desde esta aceptación es posible descubrir que podemos controlar la inquietud y tener más paz interior, proporcionar esa paz a los demás o al menos, no arrebatarla a quienes están tranquilos. El modo de afrontar una contrariedad es desde la calma y la reflexión, desde la confianza en que podemos resolverla.
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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE. Conozca sus fortalezas, T. Rath. Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com
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