PIEDAD: (Lástima, Misericordia, Conmiseración)
Valor que, por devoción y entrega al prójimo, permite realizar actos de amor y compasión. Amor verdadero que ofrecemos a los padres o a objetos venerados. El modo concreto en que los hijos han de ayudar a los padres necesitados, es modelo de la relación del hombre con todo aquel que necesite su ayuda. La piedad es un valor vinculado estrechamente con la misericordia. Comporta una actitud profunda nacida en un corazón bueno que atiende y acoge, entiende y comprende la situación del otro y se pone a su favor para prestarle ayuda: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al prójimo. En nosotros el ejercicio de la piedad no significa flaqueza o blandura; es sobre todo fortaleza necesaria para hacer el bien, para tener compasión de los demás. El trato, la amistad, la compañía de un hombre de bien ha de ser reconfortante, optimista y por supuesto, alegre. Un verdadero refugio para los viajeros que han recorrido áridas regiones e inhóspitos lugares. Es necesaria una fuerza interior que nos lleve a la superación del egoísmo y a dejar paso al corazón para que se vuelque en la ayuda del otro: tenemos que aprender de nuevo, desde lo más íntimo, la valentía de la bondad; solo lo conseguiremos si nosotros mismos nos hacemos buenos interiormente, si somos prójimos desde dentro. Si se parte de esta actitud, sucede un cambio necesario: ya no somos jueces, somos el hermano o el amigo que se compenetra con el hermano y amigo que necesita consuelo y apoyo: no juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio o por nuestra indiferencia. Un deber de solidaridad nos pide escuchar la voz del amigo enfermo que espera nuestra visita en el hospital; la presencia de un ciego que necesita ayuda para orientarse en una calle; el silencio de los que se encuentran en campos de refugiados a los que podemos apoyar con un donativo, aunque no sea grande. Somos guardianes y cuidadores de todas las personas que sufren y debemos mantener un corazón piadoso y generoso, abierto hacia todas ellas. En el venerar y cuidar a los padres se expresa la valoración que hacemos de nuestra propia vida, puesto que ellos son su origen. La piedad y gratitud hacia los padres es natural y al practicarla actuamos de acuerdo con lo que somos; por esto, al seguir libre y conscientemente lo que es propio de la naturaleza humana, la persona se siente feliz y realizada en su papel, se ve a sí misma como mejor persona: comprueba que no ha defraudado la expectativa que los demás y ella misma esperaba ver cumplida. Nuestra gratitud hacia ellos nunca será suficiente. Honra a tus padres con obras y con palabras y con toda paciencia, para que venga sobre ti su bendición, la cual te acompañará hasta el fin. Es difícil que un hijo pueda pagar a sus padres el equivalente a lo que ha recibido, de suerte que siempre es deudor. No podemos pagar la deuda contraída con ellos, pero sí está en nuestras manos el tener la voluntad de honrarles con el corazón.
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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE. Conozca sus fortalezas, T. Rath. Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com
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