JUSTICIA:  (Equidad, Honestidad, Rectitud) 

La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar al creador y al prójimo lo que les es debido. Es la capacidad de reconocer y dar a cada quien lo que le corresponde. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueva la equidad y el bien común. El hombre justo se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. Significa dar a todos lo que es justo, equitativo y necesario, teniendo presente que usted será juzgado y sentenciado de acuerdo a su propia vara. Conducta con el prójimo: Siendo juez no hace injusticias y con justicia juzgará al prójimo.  Se comprende muy bien la impaciencia, la angustia, los deseos inquietos de quienes, con un alma naturalmente espiritual, no se resignan ante la injusticia personal y social que puede crear el corazón humano. Tantos siglos de convivencia entre los hombres y, todavía, tanto odio, tanta destrucción, tanto fanatismo en ojos que no quieren ver y en corazones que no quieren amar. Es un valor cardinal, soporte de otros muchos valores humanos. A pesar de la dificultad que conlleva la práctica de este valor, se puede tender a la justicia, buscarla, esforzarse por encontrarla, realizar libremente actos de justicia, aunque sean o parezcan pequeños. Proceder siempre según la verdad podría ser una sencilla definición de justicia, esa ordenación de la existencia en la que cada hombre puede obtener participación en el mundo y realizar una obra; entrar, con los demás hombres, en relación de amistad, de trabajo, de amor, de fecundidad, tal como requiera el juicio de su conciencia. La justicia es la unión de los seres de bien en un fin común, que es la convivencia pacífica; pues sin justicia no es posible la convivencia. Sin este valor la vida se convierte en una selva, regida por la ley del más fuerte. No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos. Escucharéis al pequeño lo mismo que al grande. El que es justo practica el derecho y la justicia. No oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas, da su pan al hambriento y viste al desnudo, no presta con usura ni cobra intereses, aparta su mano de la injusticia, dicta un juicio honrado entre hombre y hombre, se conduce según preceptos correctos y observa las normas, obrando conforme a la verdad. Un hombre así es justo. Este es el retrato del hombre bueno. Justicia en las relaciones familiares:  Nos hemos acostumbrado a ver representaciones de la justicia con una venda en los ojos, es decir, ciega. Sin embargo, y pese a la intención de mostrar que lo justo es no dejarse influir por favoritismos, la justicia necesita una visión aguda, una atención muy precisa sobre la realidad para actuar como lo requieren los hechos. A diario surgen bastantes ocasiones en las que se puede ser justo o injusto. Las circunstancias presentan constantemente disyuntivas sobre las que conviene reflexionar, hacerse cargo y dar la respuesta oportuna, la que es justa y respeta a cada persona, la que edifica la paz y trae consecuencias positivas. Es evidente que a quienes no ejercen este valor en las circunstancias y en los asuntos de todos los días les será imposible la justicia en cuestiones de envergadura con repercusión pública y social. Es importante, y a la vez difícil, ser justos en el ámbito familiar. La dificultad está en que constantemente se plantean cuestiones que reclaman una respuesta inmediata, y la valoración de los hechos y de las personas implicadas debe hacerse rápidamente. Además, siempre somos sujetos activos y pasivos en lo que ocurre, y las consecuencias de nuestra actuación también recaen sobre nosotros directamente. No podemos aislarnos: el entorno familiar es un todo del que formamos parte. Cuando los pequeños se empeñan por un juguete y llaman a su padre, seguramente llorando o a gritos, no queda otro remedio que entrar a resolver: lo mejor es preguntar qué ha pasado, cómo empezó todo, y aclarar el asunto; y para hacer las paces decir a cada niño lo oportuno para que razone; conceder a cada cual su parte de razón y, si es posible, resolver con la fórmula ganar-ganar, es decir, que las dos partes obtengan un pequeño beneficio que les deje en paz después de lo ocurrido. Lo justo es que la madre reconozca que su marido llega cansado del trabajo, por eso lo oportuno será pedirle con buenas palabras que le ayude a preparar la cena o bañar a los pequeños. Y que el marido comprenda que su mujer también está agotada, responda generosamente y asuma estas tareas. Es justo reconocer con benevolencia las buenas calificaciones de la hija de catorce años, aunque en otras asignaturas traiga un suspenso, y hablar pacíficamente con ella sobre estos resultados. También la justicia está en escuchar al adolescente que, después de días y días de mutismo, ha decidido al fin comunicarse. Los padres han de procurar que los hijos quieran y respeten a sus abuelos. Y tanto el marido como la mujer deben atender con cariño las necesidades de los padres del otro, como si fueran los suyos. Es muy importante repartir bien el afecto entre los hijos, sin dejarse llevar de señaladas preferencias a favor de alguno de ellos. No ser justo en este aspecto puede acarrear malas consecuencias: celos, envidias y rencores entre ellos que se pueden prolongar mucho en el tiempo y provocar conflictos cuando sean adultos. Los ejemplos podrían multiplicarse, porque en familia la vida es muy intensa, rica, trepidante a veces. Por eso la justicia en las relaciones familiares es exigente y reclama una actitud diligente. A los padres corresponde un actuar coherente y una actitud de alerta. Ser vigilantes significa obrar como suele hacerse ante sus ojos: esta es una forma adecuada de proceder. Nuestros juicios sobre los demás: La justicia en la vida cotidiana pasa por enjuiciar a los demás no según su aspecto exterior, sino conforme a su disposición de ánimo. Quizá no es posible reprimir, en un primer momento, la reacción que nos lleva a pensar mal de otra persona, de formarnos una idea negativa por su forma de hablar, de reír o de vestir. Pero la injusticia comienza cuando el pensamiento se prolonga, concluye y se transforma en rechazo hacia esa persona; cuando lo manifestamos en voz alta o lo comunicamos a otros como si fuese verdad. Pensar bien de los demás, no dejarse llevar de las apariencias, reconocer nuestra ignorancia acerca de los motivos íntimos de su actuación, evitar conclusiones radicales, prescindir de aquel refrán nefasto piensa mal y acertarás. Estas son las premisas que ayudan a ser justos. Lo contrario forma una cadena de juicios erróneos en su mayoría y, por lo tanto, injustos. La maraña de los juicios equivocados, la interpretación precipitada de las intenciones ajenas, la mirada superficial y crítica, ese rumiar prolongado de nuestro pensamiento sobre quienes nos rodean adjudicándoles malas intenciones, nos lleva a la injusticia con toda facilidad. Necesitamos un corazón nuevo que sepa mirar a todos con ojos limpios y libres. Es así como se puede descubrir la verdad de fondo que existe en cada persona. Justicia y caridad: Muchas veces se ha dicho que la justicia sin caridad es injusta, y la afirmación es cierta. Sin embargo, la justicia, en un sentido profundo, es misericordia, compasión y caridad. Cada valor no es un campo cerrado o incomunicado con los demás. Todas ellos forman una trama en la que se unen, formando un todo en la vida de las personas buenas, en las que resplandece la armonía de los valores. Todos los valores se relacionan, ninguno es químicamente puro. La justicia es una forma de actuar de acuerdo con la verdad: respetar la realidad de las personas en sus circunstancias. Ejercer hacia todos misericordia, comprensión, flexibilidad, clemencia y compasión es precisamente justicia. Solo así se es justo en el sentido verdadero. Solo cuando reconocemos nuestra ignorancia y miramos a los otros con ojos buenos estamos en condiciones de ser justos. Justicia con la palabra: Toda persona tiene derecho a conservar su buen nombre y su fama. En consecuencia, es contrario a la justicia hablar mal de alguien, airear su intimidad, divulgar lo secreto, calumniar. El buen nombre es preferible a las grandes riquezas; la buena reputación es más estimable que el oro y la plata. También se es injusto con las palabras al mentir, injuriar, insultar; al hablar a alguien con crueldad o desprecio: quien habla sin tino, hiere como espada. Es necesario cultivar interiormente actitudes de veracidad y de respeto. De esta fuente surgen las buenas palabras, las que hacen bien a los otros y nunca el mal. Y se adquiere también la decisión de callar a tiempo, que no es ocultar, sino guardar, lo que no debe comunicarse ni difundirse: El hombre cauto oculta su ciencia, el corazón del insensato proclama su necedad. Justicia y veracidad: La justicia aparece en los actos humanos cuando la persona es veraz y en ella se mantiene una relación vital entre pensamientos, palabras y obras. Dar lo suyo a cada uno: Cuando se define la justicia como un dar a cada uno lo suyo, surge de inmediato la pregunta: ¿qué es lo suyo de cada uno, ¿qué es lo mío y lo tuyo? Y la respuesta no es evidente siempre. Conviene advertir que el campo de lo suyo, de los otros es muy grande. Aunque se trate de alguien muy escaso de bienes, incluso de alguien muy pobre, lo suyo es siempre enorme: ha nacido, está vivo, es persona, El ámbito de la justicia es la relación entre las personas, la convivencia humana. En este teatro del mundo tenemos el deber y la oportunidad de vivir la justicia con todos, de buscar el equilibrio, la armonía y la paz entre las personas. Sin el valor de la justicia no hay paz. Una mirada sobre el mundo ofrece un horizonte oscuro de injusticia que se extiende en todas direcciones. El panorama actual es así a pesar de que tantos hombres son justos. Sin embargo, todos tenemos la posibilidad de actuar para que en nuestro entorno y campo de influencia crezca la justicia. Es justicia el reconocimiento y el respeto de la dignidad de toda persona: no existen límites en esta igualdad por motivos de raza, de color, de idioma, de cultura, de nacionalidad, de religión, de pobreza o riqueza, de inteligencia, de salud, de edad. Lo suyo son estos rasgos que configuran su modo de ser y de estar en el mundo, y nadie tiene derecho a ofender, perseguir, maltratar, acosar, reducir a alguien por ninguna de estas diferencias. A lo largo de la historia y en la actualidad este derecho al respeto es transgredido, causando guerras, persecuciones, torturas, crímenes. Justicia y solidaridad: La injusticia es fruto del mal, no tiene exclusivamente raíces externas, tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Aunque el mal parece invadir el ámbito de las relaciones humanas a nivel global y existen grandes desigualdades en la distribución de los bienes entre los hombres, cada uno estamos obligados a subsanar estas diferencias en la medida de nuestras posibilidades, con generosidad. La solidaridad es, en este sentido, justicia y caridad: cada persona es clave para que aparezca la justicia en su espacio de influencia, sin evadirse de los problemas que afectan a la humanidad. Actuar con justicia en el trabajo: Probablemente es a través del ejercicio de la profesión el modo como nuestra justicia tiene mayor influencia y alcance. Es en esa trama de relaciones que se establecen por el trabajo donde surgen más disyuntivas entre ser justo o injusto, y donde las decisiones y acciones tienen una repercusión más amplia. El primer deber de la justicia consiste en trabajar bien: esa labor que ocupa nuestras jornadas y energías ha de ser una ofrenda digna para el Creador, y una tarea que mejore la vida de los hombres. Son muy numerosos los campos, aspectos y detalles que hacen justos o injustos los trabajos. Por ejemplo: La puntualidad y el aprovechamiento de las horas establecidas, sin dejar que la comodidad, los incidentes, las conversaciones, las distracciones, resten dedicación a la tarea que corresponde. El orden y las prioridades entre actividades a emprender se relacionan también con la justicia: es más importante terminar un trabajo que otros esperan y cuya falta les tiene quizá paralizados, que realizar una tarea más atrayente. Una actitud que lleve a no delegar asuntos cuando es necesario no es justa. Retener el salario de los trabajadores, no pagar las deudas, es una injusticia. También lo es ocultar información que otras personas necesitan conocer. No pagar los impuestos correspondientes. Ejercer la autoridad de manera despótica. Someter a los empleados a condiciones de trabajo que les perjudican. No preocuparse de las dificultades que padece el resto de los trabajadores y negarse a prestar ayuda. Poner zancadillas, impedir logros a los demás. Ejercer antipatía y hacer el vacío a quienes son distintos. En ciertas profesiones, divulgar informaciones que causarán el daño a determinadas personas.  Faltar al secreto profesional. También con la mujer y los hijos: el médico, el abogado. Dedicar la actividad empresarial a negocios fraudulentos. Crear empresas para fabricar y comercializar productos que dañan la salud. Admitir comisiones por actuar a favor de determinadas empresas o personas. Evadir capitales a paraísos fiscales en contra de la legislación vigente. No repartir los beneficios como se ha previsto. Actuar según favoritismos. Generar mal ambiente ente los compañeros de trabajo. No reconocer los éxitos y logros de los demás. Criticar, calumniar y difamar. Sustraer dinero de la empresa. Son injustos determinados despidos sin causa suficiente. En síntesis, puede decirse que la condición para que una actividad humana marche adelante es la confianza entre las personas. Por eso las acciones que obstruyen la confianza en los equipos de trabajo y en cualquier empresa son injustas, porque crean desunión y rivalidades entre las personas, porque impiden los fines trazados.

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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE.  Conozca sus fortalezas, T. Rath.  Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com

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