FLEXIBILIDAD: (Tolerancia, Docilidad, Conformidad)
Plegarse con facilidad a la opinión, voluntad o actitud de otro u otros. Susceptibilidad a cambios o variaciones según circunstancias o necesidades puntuales. Aunque la flexibilidad es una propiedad de la materia, también las personas podemos ser flexibles o no y esto no es algo menor en la convivencia diaria. Flexibilidad no es tozudez: La letra de la ley y la norma aplicada con rigor pueden dejar sin recursos a una persona, pueden afligir inútilmente sin alcanzar el fin que se pretende. La flexibilidad como valor moral conlleva un ejercicio de la inteligencia que, ayudada por la prudencia, procura conocer los hechos, distinguir los factores que están presentes. Sin esta consideración se pueden cometer errores y dañar injustamente y a veces, sin remedio. Las personas buenas hacen de todo, con humildad, naturalidad y flexibilidad, sin darse importancia están dispuestas para cualquier tarea o servicio, cosas importantes o favores menudos. Barra de hierro en frío: Conocemos a personas con fama de inflexibles, a quienes les resulta difícil cambiar de actitud y actuar con liberalidad; tienden a ser autoritarias y a imponer su opinión y modos de resolver; quieren una organización estricta, y lo variable y accidental les parece caótico; también es fácil que consideren débiles y blandos a quienes no son como ellas. No han descubierto la riqueza que encierra lo diferente, quizá porque no se suelen detener en analizar matices y aspectos diversos. Si además son perfeccionistas, convivir con ellas puede ser un tanto difícil. Las personas inflexibles se perjudican a sí mismas, se rompen ante la complejidad que contiene la vida, que es variable y no se somete a esquemas invariables, rígidos y distintos. No es difícil deducir que detrás de estas conductas se esconde miedo a equivocarse, temor ante la abundancia de soluciones, ante lo inesperadas que con frecuencia resultamos las personas. Su deseo sería ponerle puertas al campo para estar más seguros: si la vida está reglada, no se les irá de las manos. Pero ni la vida material ni la coexistencia humana se dejan encerrar con llave. Lo variable, lo imprevisto están presentes en todas las situaciones; la riqueza de las diferencias y la libertad de las personas necesitan siempre respeto. Riesgos: La flexibilidad es valor que tiende a realizar el bien de ordinario, por la vía amable, pacífica, conciliadora y coordinada. Es un gran valor, afín a la prudencia y tiene relación con la amabilidad, la confianza, la humildad, la mansedumbre, la paciencia, el respeto, la sencillez y en determinados casos, con la valentía: es el valor de dejar la puerta abierta a lo que puede ocurrir cuando se permite que los otros aporten iniciativas y creatividad. Estas personas saben delegar trabajos y tareas porque confían. En algunos la flexibilidad es un rasgo de su carácter; en otros llega a ser valor moral: son comprensivas, ejercitan la compasión, saben escuchar, no se imponen; sin gran esfuerzo admiten a los demás tal como son, no conceden importancia a las cosas que no tienen. A su alrededor surgen pocos conflictos. Sin embargo, estas personas tienen el peligro de dar un giro y convertirse en personas débiles y dejar paso a comportamientos inconvenientes, tanto en su trabajo como en la vida familiar. La autoridad, en determinadas circunstancias, se les va de las manos. Su confianza en las personas puede quedar defraudada si estas no son responsables y relativizan asuntos serios sin concederles la importancia que tienen. Flexibles para cambiar cuando es necesario: A veces, nos contraría que nuestros proyectos se trunquen, incluso si se trata de un plan divertido o ameno como un viaje, una excursión programada, una cena con amigos o una tarde tranquila en casa. Sin embargo, con frecuencia nos vemos envueltos por situaciones inesperadas que echan por tierra los más atractivos proyectos. Unas veces porque llueve o porque el coche se ha quedado sin batería, otras porque nos fallan los amigos que se habían comprometido; a veces porque un hijo se ha puesto enfermo o porque el marido está de mal humor y no quiere salir, o la tarde libre desaparece porque hay un trabajo urgente por terminar. Son múltiples los imprevistos que pueden impedir nuestros deseos. No es fácil renunciar a estos proyectos. Sin embargo, es necesario vivir la realidad sin dejarse llevar por las quejas, que suelen ser inútiles y enfrían aún más el ambiente. Ser flexibles en este sentido implica adaptarse sin dramas, no perder el buen humor, resolver la nueva situación con serenidad, ser amable con quien produjo el cambio de plan: en estos casos, ser benevolente con el culpable, es virtuoso en gran medida. Aprender a equivocarse: Es algo que debería enseñarse enseguida a los niños, porque es parte de la condición humana: siempre hay un coeficiente de error en nuestros actos. Romper un jarrón no es una tragedia, por eso se requiere en los padres un ejercicio de flexibilidad para restar importancia a este destrozo: más vale un jarrón roto que un niño roto por haber magnificado la pérdida de ese tesoro familiar que no deja de ser una cosa sin valor mayor. Exigirse a uno mismo y a los demás la perfección absoluta es el inicio de grandes amarguras: los niños que son educados para ser arcángeles se pegan más tarde resbalones que les dejan hundidos por largo tiempo. Los perfeccionistas son gente extraordinaria que alcanzan gran eficacia y prestigio. Sin embargo, son también gente neurótica: viven tensos y se vuelven cruelmente exigentes con quienes no son como ellos; sufren cuando los resultados obtenidos no son tan excelentes y perfectos como ellos pretenden. Como la imperfección forma parte de la vida, conviene aceptarla: un afán de perfección imposible o desmedida, puede romper a una persona. Es preferible equivocarse y aprender a sacar fuerza de los errores, ser benevolentes con nosotros mismos, flexibles con nuestros hijos cuando se equivocan. Docilidad: Es ser capaces de admitir ideas, sugerencias y mandatos que proceden de otros. Con frecuencia, se piensa que la docilidad es propia de personas dependientes, influenciables, faltas de carácter y de decisión. Esta imagen es falsa. Nuestro conocimiento de la realidad es siempre limitado; y acerca de cuestiones por resolver o decisiones que tomar, la información y el consejo de otras personas ayuda a adquirir una visión más amplia: aceptar esa opinión distinta de la nuestra no significa debilidad cuando este cambio es fruto de la reflexión y de haber sopesado las dos soluciones. No es la docilidad una aceptación ciega de lo que nos sugieren otros, sino una forma inteligente de analizar la realidad, de recapacitar sobre lo más conveniente, de ceder si es oportuno. Con la docilidad se adquieren numerosos beneficios personales, facilita la colaboración gustosa para alcanzar objetivos; incrementa nuestra capacidad de adaptación a las nuevas exigencias y circunstancias; nos da la madurez para no encerrarnos en nuestros juicios y opiniones, que se tornan inconmovibles. La docilidad mantiene relación con otros valores: mansedumbre, desprendimiento, humildad, justicia, solidaridad y desde estas actitudes la relación entre personas se enriquece, se crean vínculos de cooperación y de gratitud.
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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE. Conozca sus fortalezas, T. Rath. Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com
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