ESPERANZA:  (Fe, Confianza, Ilusión)

Es el valor del caminante. Valor humano que nos permite mirar el mundo, con sus problemas y sus gentes, con optimismo. Siempre encontraremos una salida, una puerta que se abre, un camino que no habíamos visto. Es también hábito y valor humano en cuanto que el hombre tiende a más de forma natural. Es la luz que esclarece el sendero. Para muchos solo existe el presente. Sin embargo, este enfoque del tiempo humano es parcial. Actuamos aquí y ahora del mismo modo que ante la pantalla del ordenador: solo se puede operar donde está el cursor. Pero el hombre tiene una capacidad mucho mayor. Un índice de esto es precisamente la esperanza. Además, el hombre conoce su pasado: no lo puede modificar, pero lo conoce. Nuestro constante mirar al futuro y la incansable búsqueda, la presencia de deseos que queremos alcanzar, la capacidad de planificar para más adelante y de trazarnos metas, son manifestaciones de que el hombre camina hacia el futuro. Un futuro que no podemos adelantar hoy y ahora, pero somos capaces de tender a él. Inmerso en el tiempo, el hombre está proyectado hacia el futuro, porque lo suyo es crecer: la esperanza es el armazón del existir humano en el tiempo. El presente nos dice que hemos aprendido, amado, sufrido y hemos llegado hasta aquí; hemos superado adversidades, decepciones, disgustos: la experiencia nos dice que somos capaces de muchas metas y pruebas que creíamos inalcanzables o insuperables. Se cuenta el caso de los trabajadores de una empresa que habían obtenido muy buenos resultados a pesar de dificultades indecibles; cuando sus jefes les preguntaron cómo habían podido lograr aquello que parecía inalcanzable, uno de ellos respondió: nosotros no sabíamos que era imposible. Todos tenemos capacidades ocultas que se presentan cuando las necesitamos. Podemos crecernos ante la dificultad o amilanarnos. Muchas veces depende de la actitud que adoptan aquellos que están alrededor.  Nuestro poder personal: Crecer en esperanza requiere convicción. La esperanza no es compatible con la pasividad, la pereza y la falta de sacrificio: cuando se desea un futuro mejor es necesaria la acción, no basta con esperar que las cosas ocurran a causa de factores externos. No se trata tampoco de aguardar, sino de alcanzar; y junto al ejercicio de la paciencia o sea saber esperar, se requiere audacia, asumir los riesgos, modificar los proyectos, ejercer la fortaleza necesaria para superar obstáculos que se oponen. Adquirir el temple de personas acostumbradas a luchar, a enfrentarse a las dificultades a pesar de que tantos digan que es imposible. En la montaña, cuando alguien dice no puedo dar un paso más, es preciso entender que siempre o casi siempre sí puede. Hay que pelear cada batalla, pequeña o grande, aunque se nos diga que todo está perdido. La esperanza, está en conexión con otros valores: paciencia, fortaleza, valentía, tenacidad, confianza. La esperanza es irrenunciable, pues el futuro, en cuanto depende del hombre, es mejor que el presente, pero no es seguro: cuando se siembra no es seguro que se logrará la cosecha, aunque se espera que así suceda. Además de la ayuda de los demás, para alcanzar ese futuro mejor, la persona necesita descubrir dentro de sí misma el poder que tiene en su dimensión espiritual: sin recursos no se logran metas y con frecuencia los recursos personales están ocultos, pero quien se conoce bien puede poner en marcha sus muchas posibilidades y conducirlas al fin que se propone. Los grandes hombres han sido siempre hombres de grandes esperanzas que han luchado hasta el final por alcanzarlas. La esperanza da fuerzas para arriesgar: La esperanza se activa y crece con la acción, y así se puede alcanzar más de lo que se esperaba. Cuando el valor de la esperanza está arraigado, el coraje, un sincero tesón, se añade y se desarrolla, de forma que los sufrimientos implicados en la búsqueda, sin desaparecer, ayudan: no solo se alcanza antes o después el deseo buscado, sino que nuestro ser crece, nos hacemos mejores por dentro: nos gozamos también en los sufrimientos, sabiendo que la amargura ejercita la paciencia, la paciencia sirve a la prueba, y la prueba, a la esperanza. Y la esperanza no defrauda. El valor de la esperanza se corresponde con el anhelo de felicidad que existe en la mochila de todo hombre; este anhelo protege del desaliento, sostiene en todo desfallecimiento, dilata el corazón. Vivir es una tarea, y nadie está exento de buscar la felicidad. Disponemos de inteligencia, libertad y tiempo: estos tesoros no son para malgastarlos, con ellos podemos mejorar nuestro destino. Ante la adversidad, vela con cuidado, que todo pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso y el tiempo breve, largo. Mira que, cuanto más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Creador. A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, grandes o pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Las esperanzas humanas son limitadas: está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que solo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. Sin la gran esperanza de eternidad, las personas no encontramos sentido a la existencia. La perspectiva de nuestra desaparición con la muerte cierra el horizonte y reduce las esperanzas humanas a una aventura, casi siempre acompañada de sufrimientos, hacia logros que de por sí no proporcionan toda la felicidad deseada. Necesitamos tener esperanzas, que día a día nos mantengan en el camino de la vida. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza solo puede ser, proporcionada por el Creador, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. Nuestra casa en el mundo no es definitiva: este mundo es camino para el otro, que es morada sin pesar; más cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Lo importante es llegar a puerto. Por eso, más que alimentar esperanzas de la bienaventuranza eterna, la esperamos como quien aguarda un tren y sabe que debe llegar, pero no ha llegado aún. Obra el bien, revisando tus actitudes ordinarias ante la ocupación de cada instante; practica la justicia, precisamente en los ámbitos que frecuentas, aunque te dobles por la fatiga; fomenta la felicidad de los que te rodean, sirviendo a los otros con alegría en el lugar de tu trabajo, con esfuerzo por acabarlo con la mayor perfección posible, con tu comprensión, con tu sonrisa, con tu actitud positiva. De esa forma, lograrás aumentar tu dimensión espiritual y por medio de ella, alcanzarás a hacerte infinito, desde aquí y desde ahora y por añadidura aumentar la paz y el bienestar en tú única y finita existencia terrenal.

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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE.  Conozca sus fortalezas, T. Rath.  Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com

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