DESPRENDIMIENTO: (Filantropía, Generosidad, Misericordia)
Todos buscamos ser felices y nos es imposible prescindir de este deseo. Pertenece al orden del ser, algo que está inscrito en nuestra naturaleza de hombres y de mujeres. El drogadicto busca ser feliz cuando alcance la droga, y presiente ya el placer cuando la persigue en condiciones extremas. Aunque sabe, con menor o mayor claridad, que aquello le puede llevar a la muerte. Conoce bien el deterioro físico y mental que provoca ese efímero placer; pero su deseo tiene mucha más fuerza, en sí mismo es imparable. La verdadera dicha no reside ni en la riqueza, el bienestar, la gloria humana, ni en el poder, ni en ninguna obra humana por útil que sea, ni en la ciencia, en la técnica, en el arte, ni en ninguna criatura. El valor del desprendimiento tiene un estrecho parentesco con la templanza, con la prudencia y el sentido común, imprescindibles para llegar a la meta. El dinero es el becerro de oro de nuestros días. Una cosa es tener las necesidades materiales cubiertas, deseo legítimo fuertemente entroncado con el instinto de supervivencia, y otra, dedicar la vida a amasar fortuna, sin otra finalidad. No es necesario ser muy observador para descubrir que la fijación por ganar dinero es otra de las pasiones modernas que funcionan como una adicción tóxica y que en absoluto sirven para alcanzar la verdadera calidad de vida. Para los que viven atrapados por la codicia, el dinero es al igual que la honorabilidad, uno de los ídolos del mundo. Es el dios de nuestro tiempo. A él rinde homenaje instintivo la multitud, la masa de los hombres. Piensan que con la riqueza lo
pueden todo. La riqueza y la fama han llegado a considerarse como bienes en sí mismos, bienes soberanos, objetos de verdadera veneración. Y no lo son. Con frecuencia estos bienes materiales los vemos convertidos en males. El corazón del hombre necesita mantener hacia ellos una distancia de seguridad si quiere llegar al final del camino, como ocurre muchas veces con el tráfico por carretera y por la ciudad.
El verdadero valor de la riqueza y de la pobreza: La riqueza puede ser un gran bien o un gran mal. Es un bien si sirve para hacer el bien. Es un mal si llena el corazón. De hecho, los bienes materiales en sí mismos no son buenos ni malos, son un instrumento para amar al prójimo y hacer el bien. No eres menos feliz porque te falta, que si te sobrara. Este breve aforismo, que quizá hay que leer despacio, son palabras que san Josemaría oyó en el fondo de su alma en unos momentos en que no disponía de medio alguno para pagar el alquiler del piso en el que vivía con su familia. Anoche, al retirarme a casa, recibí una carta muy cariñosa de un amigo, razonándome la negativa de un préstamo, que le pedí para cubrir esta necesidad. Volví a la calle para ventilarme un poco. Desde luego, sin ninguna trepidación interior. Por el contrario, diciendo con la boca y con el corazón: cúmplase tu voluntad. Por la noche, hice mi oración y me acosté tranquilo. Al día encuentra unas palabras de consuelo que le llenan de gozo en medio de la pobreza que padece: Felicidad no es igual a abundancia, ni la desgracia está en perder todo lo material. De hecho, los bienes pueden llegar a ser un gravísimo obstáculo para lograr paz y bienestar, si no se emplean para servir y hacer el bien a los demás. Peor aún sucede cuando los bienes se han adquiridos sin honradez. Más vale tener poco con justicia, que mucho sin equidad.
La codicia agazapada detrás de las falsas necesidades: El vicio contrario a este valor del desprendimiento se llama codicia, el afán de desear más de lo que se tiene, la ambición por conseguir siempre más y más. La codicia nunca se detiene, nunca muere. Es querer más, aunque ya no se necesite nada. Es imparable en jóvenes y mayores, en ricos y pobres, en cultos e incultos. ¡en todos! Nace de un corazón insatisfecho en el que ha entrado un veneno destructor, corrosivo. Nace de un vacío interior al que se intenta poner remedio con bienes materiales. La codicia lleva a una espiral de avaricia que conduce al robo, al engaño, la malversación, la estafa. Es el afán por desear más de lo que se tiene, la ambición de querer más de lo que se ha conseguido: no importa que se tenga, la codicia no se detiene nunca, siempre quiere más. Es insaciable por naturaleza, corroe el corazón, ciega el entendimiento y lleva a perder de vista lo que se necesita para construir una vida equilibrada y en paz. La persona que se corrompe así pone todo su empeño en lograr otra casa mejor, unos muebles de lujo, un coche más grande, más joyas, más prestigio, más poder; más fama, más halagos, más nombramientos. Y la felicidad se le escapa, está siempre un poco más allá. Una mujer decía a su marido: ¿para qué queremos una casa más grande o un coche nuevo, si cada vez tenemos menos tiempo para hablar, para estar con nuestros hijos, si ha disminuido el amor entre nosotros? Es el engaño tremendo que tantas veces hemos visto. Lo que tendría que ser un bien ha llegado a ser un mal, un gran mal. En el fondo es la carencia de bienes verdaderos, a la que se ha intentado poner remedio con unos bienes de consumo que acrecientan el deseo de poseer más. Se quiere más, aunque ya no se necesita nada más. El poder de la riqueza ha hecho estragos en ricos y pobres; el corazón queda enfermo y ciego para ver los verdaderos valores. Pero también ha hecho mucho bien, y son muchos los ricos que están en el cielo. Ser rico es bueno. Incluso muy bueno. La riqueza es un bien. No se opone al desprendimiento y, gracias a la pobreza como virtud, una y otra se hacen compatibles. Los bienes de la pobreza: Son muchos los que han descubierto la grandeza de vivir cuando se han visto arruinados o en la carencia de lo más necesario: se les abren los ojos para contemplar los verdaderos bienes. La pobreza, el pasar por una crisis económica, nos lleva de la mano a valorar más el cariño de los nuestros, agradecemos lo poco que tenemos y, cuando conseguimos un bien, quizá pequeño, lo recibimos con una enorme alegría. ¿Estamos desprendidos de las cosas materiales innecesarias?
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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE. Conozca sus fortalezas, T. Rath. Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com
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