AMABILIDAD:  (Afabilidad, Cortesía, Afecto, Delicadeza)

Sociabilidad agradable, dulce y suave en el trato. Es una manera de demostrar la buena educación, al manifestar atención, respeto o afecto hacia otros, máxime cuando no se lo merecen. También se define como un comportamiento benigno y complaciente hacia los demás. Afabilidad es intentar hacer más llevadera la vida de aquellos con quienes convivimos, buscando las palabras y las actitudes que les harán sentir alegría de existir. Amabilidad significa también ser accesible, acogedor, agradable, amigable, atento, benigno, cordial y servicial. Ser afable es tender puentes hacia los demás. Se es amable desde el fondo de uno mismo, donde se toma la decisión de acogida al otro y de mostrar que estamos de su parte. Es manifestar algo más que afecto con palabras cordiales, significa actuar de acuerdo con esta sana convicción: los hombres hemos nacido para ayudarnos mutuamente y es cosa contraria a la naturaleza humana, que unos a otros nos ofendamos. La amabilidad no es un valor de primer rango: ser amable puede cambiar a una persona, transformar el ambiente de un lugar de trabajo o de una familia. Quizá, si hiciéramos una lista ordenada, no la pondríamos al nivel de la fortaleza, por ejemplo. Pero, ¿qué sería de nosotros si los que nos rodean fueran adustos y secos, si se mostraran indiferentes, ajenos, hoscos y lejanos, antipáticos? No pocas veces hemos oído algo parecido a estas palabras: desde que llegó Julián, todo ha cambiado positivamente en la empresa. Por el contrario, cualquier obra buena que no va acompañada de amabilidad pierde gran parte de su valor, de su ser, no solo porque queda deslucida a los ojos de los otros, sino también porque disminuye su eficacia y no alcanzará todo el bien que pretendía. Ser afable es manifestar algo más de afecto con las palabras, con un tono cordial, con sencillez y, a veces, con una sonrisa. Quien procura hacer más llevadera la vida de aquellos con quienes convive, tratará de busca las palabras y las actitudes que les harán sentir la alegría de existir. La amabilidad encierra un poder enorme: puede romper la soledad de quien estaba desolado, levanta el ánimo de cualquiera, anima a quien estaba agotado, alegra siempre el corazón de los demás. Al recibir una palabra amable, una respuesta acompañada de una sonrisa, una mirada comprensiva, sabemos que nos encontramos ante una persona en la que, en principio, se puede confiar plenamente, y esto reconforta. En la convivencia diaria se agradece que las personas cercanas no se rodeen de alambradas de espino, en una actitud defensiva cuando nos dirigimos a ellas. No seamos nosotros quienes esparzan las espinas del pesimismo y de lo negativo en los caminos de los demás. Estar a favor de la comunicación siempre es bueno: Hay personas poco atractivas físicamente, de quienes se dice que son guapas. ¿Por qué? Porque existe una belleza que brota del interior, de un corazón bueno. Se manifiesta en el trato, a través de la mirada, en la sonrisa. La belleza está en el interior. Esta belleza atrae y una vez descubierta, es amada. La simpatía sincera, que brota de un corazón bueno, facilita la comunicación: quien encuentra una persona así nota que puede hablar con confianza. Precisamente, afable califica a alguien que es accesible, aquel con quien se puede mantener una conversación que enriquece. Este valor es clave en la convivencia: todos necesitamos hablar, y el sentimiento de soledad aparece cuando nos falta el interlocutor válido, el amigo o la amiga que escucha bien y acoge con amabilidad. El modo de presentarse, de estar, el trato y la conversación, en reuniones, fiestas, actos públicos y situaciones parecidas, es lo que se manifiesta de las personas; y de acuerdo con esas formas de aparecer y de actuar se tiende a elaborar una opinión sobre los otros. En estas circunstancias la imagen que demos de nosotros mismos debe estar de acuerdo con lo que somos: buenas personas, hombres y mujeres intachables. La cortesía consiste en vestir de acuerdo con la ocasión, manifestarse con sencillez y cordialidad con todos, sin afectación, con normalidad, amables para escuchar; prudentes para intervenir, serviciales, entrañables, discretos, siempre respetuosos. La vida social es ocasión para estrechar lazos con amigos, establecer relaciones profesionales, vivir la caridad; buena oportunidad para evitar murmuraciones y dar ejemplo de sobriedad cuando una mayoría quizá se polariza en torno a la bebida y a la comida. A través de estas actitudes se manifiesta la elegancia interior de las personas. Se trasluce una bondad que busca hacer el bien. Cuando se descuida el respeto que merecen las ideas y la manera de ser de las personas, con modos toscos o autoritarios, se corrompe la delicadeza en el trato, convirtiendo la relación en un cúmulo de grotescas familiaridades. Las familiaridades se originan al irrumpir indebidamente en la intimidad de otras personas o al airear la propia sin ningún pudor». También es una buena muestra de consideración hacia los demás evitar ruidos innecesarios o un gran estruendo al cerrar una puerta o con las pisadas; y procurar no hablar, cantar o reír especialmente cuando otros intentan descansar o trabajar. Numerosos libros sobre saber vivir y convivir se refieren a la simpatía y la amabilidad como modos de cortesía y buena educación. Algunos piensan que las buenas maneras nos someten a una especie de esclavitud cultural, y que los hombres se sirven de ellas para disimular y para mentir con creciente habilidad. La amabilidad y la cortesía son valores si son sinceros. Cuando no lo son se hacen perversos en mayor o menor grado: no hay género de injusticia peor, escribe Cicerón, que la de quienes, en el preciso momento en que están engañando, simulan ser hombres de bien. Aunque la cortesía se compone de formas exteriores de actuar en las relaciones humanas, la elegancia de los actos, la cortesía, se deriva de la virtud interior y es un signo de bondad. Los pobres de una ciudad, cuenta una vieja fábula, se apoderaron de las escobas de los barrenderos para escapar. Cansados de ser rechazados y expulsados por los ricos de todas partes, decidieron buscar otro lugar en el que decir buenos días significase de verdad buenos días, un deseo sincero pronunciado amablemente. Es el deseo expresado de pedir nuevas gracias para un nuevo día. En los recorridos de montaña, cuando nos encontramos con otros caminantes, aparece espontáneamente el saludo porque quizá alguno lleva tiempo sin ver a nadie, o puede que los dos quieran compartir la naturaleza que descubren en las breves palabras del saludo, las bellezas que han contemplado, el cansancio de un largo recorrido. Se trata entonces de un saludo breve, sincero. Al saludo ha precedido un encuentro, y un encuentro entre personas nunca es cualquier cosa: dos seres se descubren mutuamente y están juntos por largo o breve tiempo. La calidad del saludo manifiesta interés, acogida y afecto o rechazo e indiferencia. Nacidos para vivir entre personas como seres sociales, sufrimos cuando nuestra presencia parece que no es grata, no es reconocida o, sencillamente, carece de interés. Dar paz: Este es el primer objetivo del saludo. Nuestros saludos transmiten deseos de dar paz cuando brotan del interior, y la proporcionan si nacen del respeto, si son amables, si los acompaña una mirada que acoge y una sonrisa adecuada, si descubrimos en esa persona el ser único que es y somos. Ser siempre amables hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobres justos y pecadores. Como buenos ciudadanos, es natural saludar al que se encarga de la portería o conserje que guarda la vivienda, a los vecinos en el portal o el ascensor, al conductor del autobús, a las personas que limpian la oficina, al guarda que vigila, a los compañeros de trabajo. Hay otra categoría de saludo para las personas queridas: los amigos, los hijos cuando vuelven a casa; entre marido y mujer, para nuestros padres. Conviene demostrarles con el saludo que les seguimos queriendo, que, si ocurrió un desencuentro o conflicto, nosotros ya lo hemos perdonado y dejado atrás, ya no nos causa ira, rencor, ni molestia alguna.

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Artículo divulgativo basado en: El libro Pasó haciendo el bien, de Francisco Fernández C., Conferencias del Lcdo. Vidal Schimill de Escuela para padres y en la compilación "El poder de la verdad", de la Universidad de Ansted, E.U.A. historiaybiografias.com. Cuentos y canciones para compartir valores. Ed. de la Infancia. Conócete a ti mismo, Omraam Mikhaël Aïvanhov. Diccionario de la RAE.  Conozca sus fortalezas, T. Rath.  Se autoriza la reproducción del artículo, si se menciona como fuente: datamedbank-ec.com

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